26 de febrero de 2009

Reddy Lázaro: Un pequeño desenrredo

Reddy Damphier Lázaro Vega, nació en el segundo piso del Hospital “Hipólito Unanue” en Tacna, en el quinto mes del quinto y último año del gobierno acciopopulista de Fernando Belaúnde.

En el año 1987, en pleno trance inflacionario y gesta terrorista, el cuerpo del pequeño Reddy insurgentemente hizo una crisis asmática. Esta enfermedad le acompañaría durante sus tres primeros quinquenios y sería el gran demonio de su vida. Podría decirse que Reddy nació y que casi vivió en el Hospital Hipólito Unanue por causa de este primer gran reto, que jamás le abandonaría. De allí que en pleno quinto de secundaria haya pensado en estudiar medicina humana, por su habitualidad y costumbre con la profesión médica.

Su padre, un sindicalista clasista de Banco; su madre, una secretaria taquigrafista eficiente del sector estatal que tenía las más largas y bellas uñas de la oficina. Ambos derrocharían sus ingresos para encontrar una cura para el mal que aquejaba a su pequeño. De una niñez madura, sus abuelos maternos prontamente, a la edad de tres años, lo bautizaron como el “Veco” en alusión a Emilio Laferranderi, célebre comentarista deportivo y estrella de la televisión de los ochenta.

Su modo maduro y avejentado de expresarse desde muy niño le valió aquel calificativo. De este apodo hay dos cosas que se entrelazan sin sentido, la primera, que a Reddy Lázaro no le gustan los deportes. La segunda, que la televisión sería el primer amigo formal e incondicional con quien crecería el pequeño “Veco”.

Reddy fue el típico niño antisocial y sobreadaptado que no encajaba en el colegio. No practicaba deporte alguno. Y el cuidado exagerado de su madre le restaba salidas y experiencias callejeras.

Reemplazó a sus amigos escolares por lo libros. Su padre, Redy (con una d), influiría bastante en el vago oficio de la lectura. Charllie Brown y los hermanos Grimm fueron sus primeros contactos con la literatura, aunque la ficción y fantasía los recibiría precozmente de su abuela materna Lola, quien lo imbuiría en el mundo mágico de Sama, tierra olvidada, donde brujos y anti-brujos se enredaban en historias de hechicería y de grata imaginación. De esto diría luego: “Cuando leí Cien años de Soledad, imagine que Macondo ira igual que la Sama de mi abuela”.

Siempre supo que su carácter maduro y reflexivo le hacía diferente al resto de sus compañeros. En el colegio, conoció a sus primeros guías literarios y espirituales. Conoció la política y, además, la desilusión de saber que poca es la gente dispuesta a cambiar. Viajó a Lima con el fin de formar su vocación académica e ingresar a San Marcos. Luego de un año, había ingresado muchas veces a la Universidad Mayor de América. Pero, a conversar con los docentes de Literatura. Formó otra vocación que no era el Derecho.

De vuelta a Tacna, ingresó a la Universidad Nacional Jorge Basadre Grohomann. Sus expectativas nunca fueron copadas hasta que su padrino espiritual lo cobijo en la que hoy es su oficina. Participó liderando activamente la resistencia contra “patria roja” y sus vetustos jefes. Aún es recordado por haberle iniciado más de un proceso de garantía constitucional a la Universidad en defensa del estudiantado. “La Universidad me formó el carácter combativo, me hizo sentir como un abogado de verdad, aprendí litigando contra ellos.”

Su círculo actual son personas ligadas al mundo del Derecho. Como bien dijo alguien de su grupo: “Tengo más libros de literatura que de Derecho.” Definición exacta en la que se desarrolla esta etapa de su vida. Siempre soñó con un ser un premio nobel, aunque ha abandonado a todos los escritores que le rodearon en el colegio y en la universidad-colegio, y emprendió el viaje con el mundo crónico y anacrónico (Reddy: el novio)