Luego de que el Axe hiciera prácticamente mierda a todos los hombres que no sabemos bailar, y que los ritmos árabes terminaran por fracturarnos la cadera, apareció el Reggaetón. Muchos suspiramos aliviados, quienes por años sufrimos esas insoportables coreografías con juegos de cabeza, manos y piernas, vimos en esta viva expresión latina, la salvación. Las chicas dejaron sus clases de portugués y los chicos se pusieron a hablar como puertorriqueños y a usar blink blink, y creíamos equivocadamente que el cambio fue para bien, sin embargo lo que siguió con el Reggaeton fue más brutal, más ligero y más desvergonzado, esta vez no había coreografías preestablecidas y sensuales, reinaba el desorden, el pandemónium en las discotecas, el famoso el sexo con ropa. Así, todos descubrimos un detalle que habíamos estado ignorando: “Ahora podíamos tocar”.
Aquí, ese fenómeno llegó primero como el “Perreo” y por el nombre algunos sabían que no se podía esperar nada bueno, posteriormente y ya resignados, supimos de la existencia del hijo bastardo de este género: El “Perreo Chacalonero”, un híbrido antinatura de creación netamente peruana, el cual no se bailaba aquí en provincias como en los conos limeños, pero de cuyas bondades, orgía y mucho sudor conocimos por cortesía del youtube. Ello sólo era un aviso, un afilado péndulo que oscilaba sobre nosotros todo este tiempo, al hacer algo tan inocente como prender una radio.
Luego de estas dos eras de música de afuera, ritmos contagiantes de acentos raros, llegó la Cumbia. No importa detallar y adentrarnos en la historia del cómo fue, si por la muerte de los chicos de Néctar, porque descubrieron que la música de Los Angeles de Charly no era tan mala o porque Estanis Mogollón no pudo callar más y gritó ¡Eureka! al terminar de escribir El Embrujo, o si siempre estuvo latente, gracias a Tongo, Las Bellas o los chicheritos.
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La playa estaba full aquel domingo. Al llegar presenciamos como cuatro rescates a niños traviesos y también a porfiados bañistas que no entendían eso de “¡No te metas al fondo!”, bueno, que ningún hombre entiende cuando se lo dicen. Caminamos por la playa buscando dónde demonios clavar la sombrilla, “cerca de flacas” es el único requisito, la playa puede estar llena de rocas afiladas, con olas come-borrachos, la bandera roja en lo alto, pero con flacas buenas, era la consigna.
El sol es abrazante al mediodía en la playa de Boca del Río y el bloqueador no sirve. Luego de terminarnos un extraño y preocupante cebiche de cinco soles, nos percatamos que la marea ha dejado varadas cerca a nosotros a algunas hembras marinas: Una mujer muy-muy, una tía foca, una gordita ballena, y un par de chicas malagua, tiradas de dorso sobre su toallas bajo una inmensa sombrilla. Al parecer es lo mejor que hay alrededor, entonces pienso que mi ceviche pudo haber estado hecho con esos especímenes. Pero creemos reconocer entre ellas una cola de sirena que se mueve, ah no, es sólo un bacalao más, nos tomamos un par de chelas en lata para ver “si pasa”… no, un bacalao ciertamente. Resignados entramos al agua, a pelearnos con las olas e intentar “tirar las redes”, como unos viejos lobos de mar.
Ya cuando las olas han crecido con la tarde y amenazan llegar hacia las carpas, decidimos guardar todo e ir a las duchas y aprovisionarnos de unas chelas a la espera del concierto. Bareto se presenta en el gran estelar.
Empiezan los desconocidos de Zolaz, quienes con su enfermiza y enloquecida propuesta de cantar cumbia versión rock y en inglés, hicieron el papelón de su vida al aventurarse a interpretar la intitulada Persiana Peruana y meter la pata con un “…a través de mi persiana chilena!”. También cerca del mar, el pez por la boca muere. Las pifias fueron tremendas por el error, los turistas chilenos aplaudían complacidos. Trataron de disculparse alegando haber estado en el vecino país hace unas horas, pero los insultos continuaron. Sin embargo estos fornidos chicos de Maimi se volvieron a meter al bolsillo a su público con su más “logrado” tema: The Spell (El Embrujo), es como escuchar La Pituca en italiano, insufrible. Unos verdaderos desubicados.
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Ya sea norteña o del oriente, la Cumbia agradó de golpe. Los pasos, tal como salieran, y si tenías un vaso en la mano, mejor. Las letras llenas de dolor y coros saturados de despecho eran un elixir para ser vivido toda una noche sin descanso. Se llenaban locales enteros y aparecieron los primeros figuretis de la cumbia. Todos se pasaron de un grupo a otro, un aparente monopolio surgía de mano del clan de los Yaipén, y se puso a Monsefú en el mapa.
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El Grupo Tremolo hace lo suyo, nada nuevo. Quedando claro que el vocalista conserva la voz de antes, su voz de MTV, y que no eran ciertas las afirmaciones de que se la había arruinando dejándose a los vicios y al trago durante las giras.
Luego un grupo sin importancia (Arequipeños…), después una pasarella con un grupo de chiquillas que hicieron un calendario. Cuya maestra de modelaje está mejor conservada y más buena que todas juntas, una tía que a punta de ejercicios ha hecho que su cuerpo (de unos treinta) viole las crueles leyes de la gravedad, la misma tía que me presentara alguna vez un amigo blogger que escribe “de todo y también de nada”. Ya el último rayo naranja del sol se ha hundido y se encienden todas las luces del escenario.
Del esperado Bikini Contest sólo diré que la fanaticada aplaudió no tanto la entrada, sino más bien la salida y meneo de las modelos. Delly Madrid de infarto, Fiorella Flores toda una loba, bellezas de verdad. Y los tacneños obtuvimos respuesta a la gran interrogante de ¿Qué demonios le vio el Zorro Meier a Marisol Aguirre? Aparte de su capacidad actoral, pues mucho la verdad, ¡Qué tal talento!
Finalmente, luego de unas interminables pruebas de sonido y siendo las 8:30pm, Bareto entra al escenario. Tenemos las piernas hechas polvo o arena mejor dicho. La cola para la chela es larguísima, y las propiedades diuréticas de los vasos anteriores amenazan con mandar a medio público al mar. Sin embargo, cautivados por su juventud, energía, y derroche de animación, quedamos a la espera de su tema símbolo: “Se ha muerto mi abuelo”, original del grupo selvático Juaneko y su Combo. Luego de interpretar el considerado por muchos como el nuevo Himno Nacional, el tema “Soy Provinciano” de Chacalón, la gente enloquece, los vasos se agitan entre el delirio y el trago se derrama en la arena.
Pero hay algo que la mayoría desconoce, más de la mitad de canciones de Bareto son sólo instrumentales, el público no lo entiende, reclama y se harta cuando Bareto desentierra otros temas cumbieros desconcidos, y nos quedamos estúpidamente moviéndonos con el cuello estirado. Todos piden su canción emblema “Se ha muerto mi abuelo”, los más ebrios protestan, otros optan por irse, ya son más de las 10pm. “¡Canten la única que tienen, ya es tarde!” gritan los más desaforados detrás de la valla metálica que los separa de la zona vip.
El tema de la Ayahuasca, la Fiesta de San Juan, Caballo Viejo, un Shipibo en España, Llorando se Fue, la Danza de Los Mirlos… “¡Maldita sea!” La gente desespera, sólo quieren escuchar una canción, que ni siquiera es de ellos, que es sólo la copia más tonera de un éxito de antaño.
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Y se le llamó “Cumbia Peruana”, pero sólo era una burda copia. Todo “remake” es malo. Eso de estar comprando canciones de los mexicanos o reviviendo a los románticos y sus baladas, no es hacer música, no es creación. Y yo no toco ni la guitarra. Eso de tocar los mismos temas en otros idiomas, es sólo tedio, es sólo monotonía rítmica, es falta de ingenio, de poco descubrimiento artístico. Y lo dice un monóglota rendido. Eso que los de antes, los chicheros, tecnocumbieros, viejos salseros, baladistas, criollos, ahora se dediquen a la cumbia, es un arribismo infame, no una exploración musical. Eso que las vedettes cambiaron a los futbolistas por acostarse con los cumbieros, es nota antigua, los titulares se llenan, es figuretismo. Cantarle a un par de siliconas y una tanga no es arte. Eso de cantar “Canalla”, “Ojalá que te mueras”, “Te eché al olvido”, “Anda vete al Carajo”, “Basura”, “Lárgate”, etc. No es música para bailar en pareja. Ese argumento de que ahora la juventud los conoce, que han acercado sus temas a las demás clases sociales, es un tema más bien marketero, de dinero, de bussiness.
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En todo esto pensaba yo a la mitad del concierto del grupo Bareto rezando porque acabara de una vez, siendo consciente que solamente estaba ahí por una canción que no guardaba respeto por los abuelos que morían de cirrosis. Por Bareto, quienes una vez más apostaban por eso, resucitar, darle nuevos bríos a la cumbia. Pero ya no como música sólo de los populosos cerros, de “la cholada”, sino como la música fresca que pudiera bailarse en alguna playa, con un vaso de chela en una mano y cogiendo por la cintura a tu chica con la otra.
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Dejen en paz a los fans de los Angeles de Charly y al grupo Pesado, no hagan que Chacalón remesa los cerros de nuevo, dejen a Chapulín el Dulce durmiendo a la sombra de su fiel Aguajal, dejen sólo volar en el recuerdo a Los Mirlos, no permitamos que Mogollón terminé componiendo desesperadamente como Tongo, ni que la inspiración le venga por obligación. Démosle a todos un merecido descanso.
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Y el abuelo se terminó por morir y el Playazo también. Al final no ligué con nadie, me limité a ver a las sirenas inalcanzables subidas en autos de carreara a full volumen, o camionetas llenas de trago. Tal vez por mi timidez de ostra marina o mi aspecto de erizo de mar. Ya muertos nos embarcamos en el bus. Me dice mi compañero que Bareto se despidió tocando Mujer Hilandera. No sé, ni atención le puse. Mi mente se nubló, como por esa espuma que las olas arrojan a los bañistas y se aglomeran en las rocas. Se nubló como cuando suelo pensar en Cumbia. Cuando sabemos que algunos tienen que desaparecer, ser un recuerdo más, pertenecer a nuestros años de nostalgia, para que otros puedan beneficiarse y ser un éxito, aunque sólo sea con una canción.
“Óptimo de Pareto:
Una situación será óptima si no es posible mejorar la situación
de alguien sin empeorar necesariamente la situación de otro.”
Luego de un reinado de casi tres años, demos por fin, una muerte digna a la cumbia peruana.
Tacna, 02 de marzo de 2009.
(Por: Luis Angel, el soltero)