12 de abril de 2009

En el cafe internet

Acabo de llegar al Café Internet y una guapa señorita entronada en el computador nº1 me dice “cuánto tiempo quieres”. “Una hora”, respondo a la vez que le alcanzo la plateada moneda. Anota en su cuaderno y sonríe. Y va a su trono. Hay catorce cabinas en total. Siete en un lado, y siete en el otro. Hay dos libres. Escojo la del rincón. Me toca un monitor blanco. Hago conexión. Messenger, luego Google. El lugar está repleto de ruidosos adolescentes atrincherados en los videojuegos on line: Star Craft, Counter, Dota. A mi costado una simpática morena con uniforme escolar teclea emocionada. Abre su Metroflog y chequea sus fotos. Aquí las cabinas son públicas. Basta una mirada hacia atrás o al costado para saber qué hace el esporádico vecino. O para que veas el mostrador que está al fondo, lleno de perfumes y productos del catálogo Ésika, ¿quién quieres ser hoy?

La Internet es una magnética ola en la que muchos nos zambullimos. Niños jugando Mario Bross, estudiantes con importantes tareas, adúlteros adultos viendo pornografía, y la G3 (generación de la tercera edad). Algunos ponen cara de admiración. Saben de las millonadas de dólares que este mercado amasa y genera y mueve. La humanidad y la Internet. Qué simbiosis más alocada. A veces juntos, a veces revueltos. Cables versus venas, cerebros versus discos duros, rostros versus pantallas. Los dedos y el teclado, trac-trac-trac. Gastan ruidosas monedas a cambio de navegar en el mundo de posibilidades que ofrece la Internet. Correo electrónico, páginas web, blog, metroflog. Y es cero costos, como dicen las ofertas de los Supermercados. Radio, televisión, prensa escrita, todo es parte del mixto manjar que ofrece la Internet. Un bocado irrechazable. Adictivo.

Abro mi e-mail. Mensajes de mi promoción (2005) del colegio, saludos de amigos que hace meses no veo, mensajes de solidaridad por la paz mundial en cadena y algún desconocido que dice conocerme. Nada nuevo. Nada interesante. Mientras bostezo, doy revista a los demás cibernautas. Siguen concentrados en el juego, en el Chat. Quizás han nacido para eso, para matrimoniarse junto al teclado. Son las tres y media de la tarde, hace calor, quiero quitarme el polo para estar más cómodo, pero faltan pocos minutos para que se acabe mi tiempo. La linda morenita se va, los gamers siguen eufóricos, un sexagenario a cada rato pide ayuda a la controladora de este Café Internet. Oigo las canciones de You tube. Respondo los saludos de mis amigos, y envío más saludos. Uso las felices caritas de los emoticones. Caritas amarillas que sacan sus lenguas rojas. J. Todo, a un click de distancia. (Por: Rogger, "El cazador")

2 comentarios:

Gildo Kaldorana dijo...

Pues si, gracias a esta maravilla de internet nos comunicamos viejos, jovenes, muchachas, ancianas, chavales y hasta impúberes.
Se llama red social por eso, porque no distingue ni tan siquiera entre ricos y pobres (¿Que raro no?).
Yo desde luego me lo paso pipa.
Salud y suerte.

Rogger dijo...

claro,así es.

Gracias por comentar:)